lunes, 3 de mayo de 2021

DESDE UN LUGAR EN EL MUNDO (II)

CUENTO CORTO De tanto estrujarle el alma su piel lloraba sangre y sus ojos, como testigos, sudaban dolor. Los pies andaban pisando las huellas que su sombra, rea del cuerpo, dejaba mientras deambulaba por la herida. Robaba el aire que respiraba para saciar sus pechos hambrientos, soñando con la láctea embriaguez de un mendrugo de pan. Y porque le habían arrancado la raíz de un solo cuajo y su fruto, putrefacto, expulsado del Edén, sólo le quedaba una lágrima. Huérfana y madre, hija y amante, guardó sus guerras en el baúl y partió en busca de una senda sin huellas que pisar, sombras que seguir ni testigos contemplando el reflejo de sus ojos. Y se arrojó, con lo puesto, casi desnuda, a la expresión sin descrédito. Anduvo de la mano de su sombra y empezó a entender, sin entender, que no había interferencia cuando miraba la luna y las estrellas porque en la noche supo, también, que ellas le habían identificado. Sonreían y se acercaban. Y ella, cada vez más cerca de la austera libertad, fue adelantándose a las huellas de la sombra que ya no seguía, alimentándose con sus propios pechos porque ya se hizo carne y piel. Vería el Fruto con otra forma, crecería y le hablaría a través de los Rizomas de las Mariposas, puro arte de lo bello para atender la necesidad estética y perdurable de su Existencia. E.

4 comentarios:

Loam dijo...

Famille Essard... ¿es una tumba?

Loam dijo...

El error funesto de la persona civilizada ha sido, a mi entender, olvidar por completo y a voluntad que es un animal. Por eso la caza se ha convertido en un deporte, hasta tal punto es perversa nuestra relación con los demás animales. Si un león, por ejemplo, pudiera razonar como lo hacemos nosotras, entendería que el hambre nos impulsara a darle caza y comerlo, al fin y al cabo es lo que él hace, pero ¿matarlo por deporte? ¿matarlo por matar o para demostrar y demostrase a sí mismo una supuesta y delirante superioridad?

Y así nos comportamos con nosotras mismas. Convertimos nuestros sentidos en terrenos de caza y nuestro cuerpo en arma, toda la anhelada intensidad del instinto cercado nos estalla, implosiona, nos asesina porque, finalmente, no queda "otro/a" que YO.

No estamos solas, estamos aisladas, que no es lo mismo. Y hemos hecho de ese aislamiento una especie de estilo de "vida", y lo hemos decorado con chatarra que extraemos a costa de nuestro tiempo.

Nos falta la manada y el sudor. Nos faltan las manos y los gatillos en los que ponerlas con fuerza.

Cuídate!

Empe dijo...

Sí. Y familiar...

Empe dijo...

La concusión que dejas, en tu comentario, da para hacer otra epístola, Maestro!
Lo voy a entrecomillar y postear, que me ha encatau!
Muaks!