lunes, 31 de mayo de 2010

EL FIN DE UNA ERA

¿Quién quiere destruir Grecia? por Míkis Theodorákis *
El compositor y ex ministro griego Mikis Theodorakis no cree que su país sea responsable de la crisis financiera que está atravesando. Theodorakis ve la mano de Washington detrás de la crisis financiera y denuncia el papel del FMI. Una interesante reflexión para comprender acerca de lo que está pasando en Grecia.

El sentido común del que dispongo no me permite explicar ni mucho menos justificar la rapidez de la caída de nuestro país desde el año 2009, caída que lo lleva ahora a recurrir al FMI, privándolo así de parte de su soberanía nacional y poniéndolo bajo un régimen de tutela.

Es curioso que nadie se haya ocupado hasta ahora de lo más simple, o sea de explicar nuestra trayectoria económica con cifras y documentos, para que nosotros, los ignorantes, fuésemos capaces de entender las verdaderas causas de esta evolución vertiginosa y sin precedentes cuyo resultado es la pérdida de nuestra identidad nacional y la humillación internacional.

Oigo hablar de una deuda de 360 000 millones de dólares, pero veo al mismo tiempo que muchos países presentan esas mismas deudas, e incluso mayores. Por lo tanto, no puede ser esa la causa esencial de la desgracia. Lo que también me intriga es la desmesurada importancia de los ataques internacionales de los que nuestro país está siendo objeto, y cuya coordinación es casi perfecta, a pesar de tratarse de un país cuya economía es insignificante, lo cual acaba por parecer sospechoso.

Todo eso me lleva a pensar que alguien nos está culpabilizando y que nos están metiendo miedo para que nos pongamos en manos del FMI, lo cual tiene una importancia esencial en la política expansionista de Estados Unidos, y que todo el asunto de la solidaridad europea nos es más que una cortina de humo, para que no se vea que se trata de una iniciativa puramente estadounidense, para llevarnos a una crisis económica artificial, para que nuestro pueblo tenga miedo, para que se someta, para que pierda importantísimas conquistas y, finalmente, para que se ponga de rodillas y acepte la dominación extranjera. ¿Pero por qué? ¿En aras de qué planes y de qué objetivos?

Aunque he sido y sigo siendo partidario de la amistad greco-turca, tengo que decir que el repentino fortalecimiento de las relaciones gubernamentales y los precipitados contactos entre ministros y otros actores, me inspiran temor, al igual que los recientes viajes a Chipre y la próxima visita de Erdogan. Sospecho que detrás de todo eso se esconde la política estadounidense con sus sospechosos proyectos, que tienen que ver con nuestro espacio geográfico, con la existencia de yacimientos petrolíferos, con el régimen de Chipre, con el mar Egeo, con nuestros vecinos del norte y con la actitud arrogante de Turquía, y que el único obstáculo para esos planes es la desconfianza y la oposición del pueblo griego.

En mayor o menor medida, todos los que nos rodean están atados al carro de Estados Unidos. La única diferencia es que nosotros, desde la dictadura de la junta y la pérdida del 40% de Chipre y hasta las incómodas polémicas con Skopje (la antigua república yugoslava de Macedonia) y con los ultranacionalistas albaneses, hemos venido recibiendo golpes sin tomar conciencia de ello.
Por eso tienen que eliminarnos como pueblo. Y eso es precisamente lo que está pasando en este momento. Yo invito a los economistas, los políticos y los analistas a que me desmientan. Creo que no existe otra explicación lógica, a pesar del complot internacional, en el que han participado los europeos proestadounidenses como Merkel, el Banco Europeo, la prensa reaccionaria internacional, todos juntos han participado en el «gran golpe», que consiste en degradar a todo un pueblo de la categoría de pueblo libre a la de pueblo sometido.
Al menos yo no puedo encontrar otra explicación. Reconozco que no dispongo de conocimientos específicos. Pero lo que digo, lo digo utilizando mi sentido común. Puede que muchos estén pensando lo mismo que yo y quizás podamos comprobarlo en los próximos días.
En todo caso, yo quisiera alertar a la opinión pública y subrayar que si mi análisis resulta correcto, la crisis económica –que, como ya dije anteriormente, nos ha sido impuesta– no será entonces otra cosa que el primer trago amargo de una cena de Lúculo y que saldrán entonces a flote cuestiones cruciales de carácter nacional de las que no quiero ni pensar hacia dónde pueden llevarnos.

¡Ojalá me equivoque!

martes, 25 de mayo de 2010

EL PERIODICO DE CATALUNYA HABLA DE BILDELBERG

25/5/2010 18:54 h EL CLUB BILDERBERG DESEMBARCA EN CATALUNYA
Un gobierno mundial en la sombra

La Reina y Kissinger. Foto: DANNY CAMINAL / REUTERS / STEPHEN JAFFE
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Sitges acogerá entre el 3 y el 6 de junio una de las reuniones más importantes celebradas en España. Pero el encuentro no se anuncia. Oficialmente, ni existe. Se trata del Grupo Bilderberg, formado por reinas, políticos, empresarios y banqueros que intentan influir en los gobiernos y en la economía. Para algunos, solo es un grupo de debate. Para otros, son «los amos del mundo».El hotel debe estar cerca de un aeropuerto, totalmente vacío y, si hay un campo de golf al lado, mejor. También debe ser fácil de vigilar y de aislarlo del mundo exterior. Todo para que los más poderosos del globo, un largo centenar de gobernantes, empresarios, políticos, banqueros, intelectuales y dirigentes de organismos internacionales, puedan reunirse a lo largo de cuatro días en total privacidad. Ellos mismos no pueden llevar escoltas, ni asistentes, ni secretarias, ni traductores. Solo ellos, en una sala grande, cuatro veces al día. Y fuera de ella, en los pasillos, el bar, la piscina o el campo de golf. Para decidir, o al menos influir en lo que se cuece en el mundo, desde el precio del petróleo hasta la invasión de un país rebelde, desde el nombre de futuros presidentes hasta las crisis económicas. Su hermetismo les ha dado la fama de ser conspiradores. Es posible que su poder no llegue a tal extremo, pero son capaces de crear ambientes, causar corrientes y facilitar decisiones.La profecía de las ‘subprime’Así lo hacen todos los años los miembros del Club Bilderberg desde que en 1954 montaron su primera reunión elitista en un hotel de Holanda para defender los intereses del capitalismo ante el empuje del comunismo de la Europa del Este. Ahora, por primera vez se lo montan en Catalunya, del 3 al 6 de junio, en el Hotel Dolce de Sitges, un lugar aislado al sur del pueblo costero y fácil de proteger para que nadie le moleste a este club selecto y privado en sus deliberaciones que, según algunos ejemplos del pasado, pueden ser de una gran importancia para el devenir mundial.Dos ejemplos: ya en la reunión de mayo del 2002, que se celebró en Virginia (EEUU), se habló claramente de la invasión –casi un año después– de Irak; los participantes escucharon a uno de los invitados especiales, el entonces secretario estadounidense de Defensa Donald Rumsfeld, que a su vez aprovechó para medir el apoyo a dicho ataque. Y cuatro años más tarde se filtró un mensaje preocupante desde el seno de Bilderberg: iba a explotar el mercado inmobiliario de EEUU. Así, ya en el 2006, los asistentes supieron que era mejor invertir en oro que en inmuebles. Un año más tarde, estalló la crisis de las hipotecas basura. Y en septiembre del 2008 quebró Lehman Brothers, símbolo de la hecatombe financiera.La de Sitges es la tercera vez que los Bilderberg se reúnen en España, después de que en 1975, meses antes de la muerte de Franco, desembarcaran en Palma de Mallorca, y de que en 1989 se vieran en la isla gallega de A Toxa. La elección de Sitges es un reflejo también de la creciente influencia de españoles en el foro.Con los años, el club ha perdido un poco el halo conspirativo y ultrasecreto que le acompañó durante décadas. Sin embargo, sí se mantiene el mutismo, a excepción de algunas manzanas podridas dispuestas a filtrar informaciones con el riesgo de que nunca más serán invitados. Jamás dan ruedas de prensa. Todo lo que se dice ahí dentro es off the record.Su única concesión es que la víspera se facilitará la lista de los participantes y la agenda de los temas. «Hasta muy pocos días antes de nuestro encuentro ni conocemos esa agenda ni sabemos exactamente quiénes acudirán finalmente», asegura a este diario el profesor universitario de Economía Victor Halberstadt, que entre 1980 y el 2000 fue secretario general honorario del Grupo Bilderberg y desde cuyo despacho en Amsterdam se organiza la conferencia anual. Ni siquiera confirma que el encuentro se celebrará en Sitges: también eso es, oficialmente, un secreto, aunque este año se ha desvelado antes que nunca (en abril) a través de Jim Tucker, uno de los pocos periodistas que en las últimas décadas ha intentar desentrañar los entresijos del club.Los españolesEspaña estará seguramente representada por tres de sus asistentes habituales y que forman parte del núcleo duro del Bilderberg: la reina Sofía, el banquero Matías Rodríguez Inciarte, vicepresidente del Santander, y Juan Luis Cebrián, consejero delegado de Prisa. Los dos últimos tomaron el relevo, como representantes oficiales de España, del empresario Jaime Carvajal y Urquijo, amigo personal del rey Juan Carlos, y que acudió fielmente entre los años 1981 y 1998.Aunque eso de la representación oficial tampoco es realmente así: cada participante viene a título personal, todos son iguales, y su posición en la sala es decidida por el apellido, por alfabeto; no por rango, importancia o antigüedad. Así que el comisario europeo Joaquín Almunia se suele sentar junto al teniente general Keith B. Alexander, director de la Agencia Nacional de Seguridad de EEUU. Y Juan María Nin, director general de La Caixa, debutó el año pasado al lado de la reina Beatriz de Holanda (la situaron ahí por la N de Netherlands). Otros españoles que estuvieron en el foro en Grecia fueron el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos; el entonces vicepresidente Pedro Solbes; el secretario general de la Presidencia, Bernardino León, y el presidente de Acciona, José Manuel Entrecanales.De Kissinger a RockefellerTodos ellos debaten con personalidades como el exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger; el banquero David Rockefeller; los presidentes de los bancos centrales y nacionales, ministros, expresidentes de Gobierno, banqueros y muchos ejecutivos de grandes empresas, como Nokia, Coca-Cola, Pepsi, Airbus, Shell,Siemens, Novartis, Fiat (los Agnelli) y un largo etcétera, además de altos cargos de conglomerados mediáticos como The Wall Street Journal, The New York Times y Die Zeit.Kissinger y Rockefeller han estado desde el principio en el núcleo duro, el llamado Comité de Sabios, que en los últimos años dirige el belga Etienne Davignon. En torno a estos hombres poderosos orbitan una cuarentena de socios fijos (dos terceras partes de Europa, el resto de EEUU y Canadá) que forman el comité de dirección. Y todos estos, a su vez, pueden invitar a cada reunión del Bilderberg a dos personas más (siempre una combinación de político y banquero, o político e intelectual) que creen que pueden aportar su grano de arena a las cuatro sesiones diarias.Así es excepto los sábados, cuando la mañana o la tarde se reservan para la diversión, preferentemente jugar al golf. Un granito de arena muy breve, en primera instancia, ya que el número de asistentes suele sobrepasar los 130 y las sesiones se asemejan al programa 59 segundos: todos tienen un minuto para exponer opiniones, ideas e iniciativas.Hasta ahí la parte formal, que se conoce en parte gracias a la decena de libros que periodistas, escritores e investigadores han dedicado a un grupo selecto que por su opacidad pública siempre ha atraído el interés de aficionados a las teorías de la conspiración. De ahí que a los Bilderberg se les conozca también como «los amos del mundo» o «el gran gobierno mundial en la sombra» que sería el responsable real de cómo está configurado el mundo, sobre todo en el aspecto económico, con el auge desenfrenado del capitalismo en los años previos a la crisis actual.Casualidad que el encuentro del Bilderberg se celebró el año pasado en Grecia, poco antes del desplome de la economía de aquel país. «Pero no recuerdo que habláramos ni siquiera de la economía de Grecia en particular, como tampoco me parece probable que este año hablemos de España –dice Victor Halberstadt–, aunque es normal que debatamos la actualidad política y económica en el mundo».Una actualidad que, a veces, se hace muy notoria poco después de celebrarse el encuentro. Así, asistieron como invitados al Grupo Bilderberg hombres como BillClinton, Barack Obama y Tony Blair el año antes de lograr la presidencia de su país (los dos primeros) o el liderazgo de su partido. Para algunos, la aprobación de parte de los hombres (y pocas mujeres) influyentes del Grupo Bilderberg significa el pasaporte hacia el liderazgo político.Pero más que aupar nuevos líderes –se dice incluso que en 1975 en Palma se escogió a Adolfo Suárez como el presidente posfranquista– los encuentros sirven para establecer el fundamento de un gobierno único, un grupo de personas sin fronteras y con solo tres monedas en circulación: el euro, el dólar y una para Asia, como el yen. Circula una cita de David Rockefeller de hace 40 años en la que manifestaba que «el mundo está preparado para caminar hacia un gobierno mundial. La soberanía supranacional de una élite intelectual y de los banqueros mundiales es preferible a la autodeterminación nacional practicada en los últimos siglos».De paso, Rockefeller agradeció el respetuoso silencio de los magnates multimedia que han asistido siempre a las reuniones, porque el secretismo ha sido fundamental para poder debatir y decidir libremente. Aun así, nacido bajo los auspicios de la CIA, en la última década ese secretismo se ha ido perdiendo un poco, como confirma también un exalto cargo del Gobierno español, que prefiere preservar el anonimato. «Las dos veces que he participado no he tenido la sensación de formar parte de ninguna sociedad secreta, ni de ninguna conspiración». Pese a ello, el 6 de junio no habrá ningún informe sobre los asuntos debatidos en Sitges.

viernes, 21 de mayo de 2010

Carta al profesor: ludificación del estudio


"Estimado amigo,

Sé que te va a molestar lo que te voy a decir, pero no esperes de mí ni discursos sabios ni profundos razonamientos porque estoy cansada. No quiero argumentar contigo, ni siquiera intentar convencerte. Me basta con exponerte lo que pienso desde la simplicidad de mi corazón y de mi pensamiento. Consulta el tuyo, eso es lo que te pido. Y si yo me equivoco, es de buena fe. Lo mismo si tú te equivocas, no encontraré mal en ello. Es de recibo. Y si yo pienso bien, la razón nos será común y tendremos el mismo motivo en escucharla.

Te he leído, he leído tus textos. Confieso que no he aprendido de ellos. Sincerándome, me dediqué a las lecturas que te rebatían. Los temas en los que te sumergías, esos en los que te me antojabas un collage de frases impresas disfrazando otra verdad, quizá la verdad, no revelaban apenas nada.

No te imaginas mi pesar ante tu pretensión. Dudosa una acción en la que se niega la premisa mayor: si se propone la ludificación es porque el estudio, tal como lo concibes, es, por su naturaleza, tedioso. Me pregunto si dentro de ese contexto formal acaso hoy es posible una enseñanza lúdica...

No obstante, lo intenté, me propuse que tu empresa tomase cuerpo, pero ni mi intuición ni mi razón me permitieron el autoengaño. Y me acordé de Sloterdijk y de su definición de la verdad, de aquella en la que coexiste siempre alguna parte de error, aquella que fue guardada en un granero mientras fue considerada Verdad y en un Vertedero si no lo era. En Normas para el Parque Humano, y a propósito del tema que nos ocupa, nos dice: “Forma parte de las reglas de juego de la cultura letrada que el remitente no pueda prever quién será su destinatario efectivo. Y sin embargo, no por eso se lanzan menos los autores a la aventura de poner sus cartas en camino de amigos no identificados”. Y yo acudí a ellos, a mis amigos. Te traicioné. Y me traicionaba, pues continuaba jugando a tu juego.

Extraje de esos textos la misma asimilación, acusando, en todos ellos, la misma coincidencia: el énfasis del elemento indiscutible que hacía que un juego fuese un juego. En todos ellos se mencionaba la voluntariedad o la libertad para elegir ese estado lúdico, la acción de jugar. Y es cierto. Basándonos en nuestra experiencia pretérita y para simplificar: intenta recordar nuestra infancia, cuando nos obligaban a salir al patio para divertirnos. Yo sí lo recuerdo. Y también su nefasta consecuencia.
La actividad lúdica: vinculada a la cultura, temporal, libremente aceptada, imperiosa, provista de fin, incierta, cuyo desarrollo no puede determinarse, acompañada de tensión y alegría y de una conciencia de ser algo diferente de lo que se es en la vida corriente, no puede interaccionar con el estudio que tú propones, pues no encuentro razón alguna en tu propuesta.

¿Acaso pretendiste mi tropiezo? Tu actitud genera en mí muchas dudas, tantas que, por ser quien eres y por la estima que nos profesamos, me permito recordarte nuestro temor: la angustia que genera la necesidad de ponernos en cuestión, de combinar el entusiasmo, la crítica y el respeto. Y sé de tu capacidad de entrega y sacrificio, la conozco porque te conozco. Pero tus preguntas me trastornan, y tus cuestiones, así como tu actitud.

Tú representas la colectividad. Yo la individualidad. Sé benevolente conmigo, pues yo lo soy contigo y desde la furia del indefenso te intento comprender cuando la relación de fuerzas nos distancian hasta el abismo. Permíteme, pues, la particularidad y la diferencia. El pensamiento no te amenaza, eso tenlo por seguro. Pero debes ser consciente del lugar en el que te encuentras: la escuela, el estudio obligatorio, el académico, el que no se puede ludificar. Me replicarás cuestionando mi presencia aquí. Y yo te contestaré: “Sí, cuánta razón tienes, escogí el camino, pero no tu lugar. Mi principio no es mi final."
Por aquellos amigos que jamás sabrán de mi existencia, brindo, y brindo mi experiencia contigo, contándote hoy que a mi parecer y entender no todas las actividades se pueden ludificar. Eso, estimado amigo, generalizaría la verdad de tal manera que perdería completamente el sentido. Y de ello soy consciente. Así, de momento, nos permitiremos el disfraz del juego para desvirtualizar la rigidez de/en ciertos contextos. Es decir, podremos aligerar la pesadumbre de la obligatoriedad, no siendo ni convirtiéndose este hecho en tal efecto. Yo así lo he percibido.

En mis experimentos no he aprendido como tú hubieses deseado, exceptuando alguna concreción: todo aquello que mi memoria me ha permitido captar y la rutina de la puesta en práctica de los mecanismos de ludificación. Por otro lado, debo confesarte que me han impresionado, por lo interesantes, las teorías contemporáneas sobre los juegos y sus aplicaciones en los diferentes ámbitos. Y en consecuencia, me divertí, pues fueron leídas en plena libertad y desde ella.
Te reitero la asimilación del principio básico.

Todo lo demás, lo obvio, doblemente... ”