domingo, 7 de febrero de 2021

CARTAS I

DESDE UN LUGAR EN EL MUNDO Estimado Amigo, Nunca estuve de acuerdo contigo. El bucolismo de “lo rural” no es más que idilio de tu imaginación, idealización de tu propio deseo: cantos de sirenas, elefantes sin trompa, cáscaras de nuez vacías de fruto… Sigo drogándome para poder dormir: la naturaleza no cura nada. El ser humano todo lo ensucia y yo no puedo ni reciclar “mi propia basura”. Aquí, en este lugar del mundo, se practica el clasismo con exacerbada pulcritud, sobre todo con los que hemos venido “de fuera”: no me refiero a alteridades, ni siquiera credos (a éstos se les descasta fulminantemente). A nosotros se nos califica de inútiles por encarnar al espíritu maligno, cuadriculado, cargado de leyes citadinas, el de la Gran Sociedad, el de “la Civilización”, esa que vive hacinada en cementerios de alquitrán, aluminio y ladrillo y que nada se identifica con ellos, excepto por la oscuridad de su esencia, esa que nos hace tan iguales, entre semejantes. Así es… A esa condición le sumo el hecho de haber pecado, de haber nacido mujer, cumpliendo así una doble condena: la del lastre de la inutilidad y la de la eterna y supuesta “ligereza de bragas”. Todas las mujeres, solteras, somos Putas. Me predispone la “buena fe” porque no le debo nada a nadie. Desde aquí, pienso mal antes que bien y si yerro en mi percepción, rectifico. Pero, lo admito: me declaro Pesimista. Es el regalo de medio siglo de existencia: la mala leche y la desconfianza por cuenta ajena, porque no disponemos de parecido. Desde éste, “un lugar en el mundo”, olvidado y abandonado por el resto de la Humanidad, exceptuándome a mi, a unos cuantos perros sin dueño y a otros tantos “personajes” (seis, para ser más exactos…), tan peculiares como esta misma tierra, proscrita y cautivadora, excretora y henchida, se destierra en vida de la misma forma que se entierra, con las manos de tu vecino, como si quisieran certificar el último tránsito para nunca más poder volver, o hablar, o trabajar tus tierras o, simplemente, vivir… Añoro esos momentos en los que derramábamos el vino por la embriaguez de nuestras charlas, tan sugerentes... Sigo aquí, luchando por sobrevivir. Te escribo pronto, amigo mío y te reitero mi corazón, rojo y libre. E.